Me gusta: la lechuga, la canela, el queso, la pasta de almendras, el olor del heno segado (me gustaría que un "narices" fabricase un perfume así), las rosas, las peonías, la lavanda, la champaña, las posiciones ligeras en política, Glenn Gould, la cerveza excesivamente fría, las almohadas chatas, el pan tostado, los cigarros habanos, Haendel, los paseos mesurados, las peras, los duraznos blancos o de huerta, las cerezas, los colores, los relojes, las estilográficas, las plumas fuentes, los entremeses, la sal cruda, las novelas realistas, el piano, el café, Pollock, Twombly, toda la música romántica, Sartre, Brecht, Verne, Fourier, Eisenstein, los trenes, el medoc, el buzy, tener sencillo, Bouvard y Pecuchet, caminar con sandalias de tarde por los caminos secundarios del Sud–Ouest, el codo que forma el Adour visto desde la casa del doctor L, los hermanos Marx, el serrano a las siete de la mañana al salir de Salamanca, etc.
No me gustan: los perros falderos blancos, las mujeres
en pantalones, los geranios, las fresas, el clavicordio, Miró,
las tautologías, los dibujos animados, Arthur Rubinstein, las
casas– quinta, los mediodías, Satie, Bartok, Vivaldi, llamar por
teléfono, los coros de niños, los conciertos de Chopin, el órgano,
M.–A. Charpentier, sus trompetas y sus timbales, lo político–sexual,
las escenas, las iniciativas, la fidelidad, la espontaneidad, las
veladas con gentes que no conozco, etc.
Me gusta, no me gusta: esto no tiene la más mínima importancia para nadie; aparentemente, no tiene sentido. Y, sin embargo, todo esto quiere decir: mi cuerpo no es igual al tuyo.
Así, en esta espuma anárquica de los gustos y las repugnancias,
suerte de picadillo distraído, se esboza poco a poco la figura de un
enigma corporal que compele a la complicidad o a la irritación.
Aquí comienza la intimidación del cuerpo, que obliga al otro
a soportarme liberalmente, a permanecer silencioso y cortés ante goces o rechazos que no comparte.
(Una mosca me molesta y la mato: uno mata lo que lo molesta. Si no hubiese matado a la mosca hubiera sido por puro liberalismo: soy liberal para no ser un asesino.)
En Roland Barthes por Roland Barthes
(lo levanté de Biblioteca Ignoria)
Una joyita más a los que nos tienes acostumbrados. Un ejercicio de gustos y disgustos que sirve para identificarse o/y diferenciarse, incluso con uno mismo.
ResponderBorrarMe gusta leer a la gente que escribe así de bien.
Un abrazo bloguero :)
Conocía esto porque también frecuento Ignoria. Es bueno saber que no todos los filósofos son difíciles de entender.Me gusta la lista de Barthes pero no es igual a la mía. Hubiera sido interesante que los amigos comentaristas hubieran escrito sus gustos y disgustos,pero andamos todos apurados y como si fuera poco usted, Santi, ha caído en una especie de fiebre de posteo. Yo pienso -y luego existo,creo:)- pero necesito tiempo para comentar algo suficientemente coherente y responsable como para demostrar que valoro enormemente el trabajo de mantener vivo un blog ante el avance de otras redes sociales.
ResponderBorrar