E N T R A D A S
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E T I Q U E T A S


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2 de marzo de 2011

RODRÍGUEZ - De Paco Espínola




Como aquella luna había puesto todo igual, igual que de día, ya desde el medio del Paso, con el agua al estribo, lo vio Rodríguez hecho estatua entre los sauces de la barranca opuesta. Sin dejar de avanzar, bajo el poncho la mano en la pistola por cualquier evento, él le fue observando la negra cabalgadura, el respectivo poncho más que colorado. Al pisar tierra firme e iniciar el trote, el otro, que desplegó una sonrisa, taloneó, se puso también en movimiento…, y se le apareó. Desmirriado era el desconocido y muy, muy alto. La barba aguda, renegrida. A los costados de la cara, retorcidos esmeradísimamente largos mostachos le sobresalían. A Rodríguez le chocó aquel no darse cuenta el hombre de que, con lo flaco que estaba y lo entecado del semblante, tamaña atención a los bigotes no le sentaba. 

-¿Va para aquellos lados, mozo? - le llegó con melosidad. 
Con el agregado de semejante acento, no precisó más Rodríguez para retirar la mano de la culata. Y ya sin el menor interés por saber quién era el importuno, lo dejó, no más, formarle yunta y siguió su avance a través de la gran claridad, la vista entre las orejas de su zaino, fija. 

-¡Lo que son las cosas, parece mentira!... ¡Te vi caer al paso, mirá... y simpaticé enseguida! 
Le clavó un ojo Rodríguez, incomodado por el tuteo, al tiempo que el interlocutor le lanzaba, también al sesgo, una mirada que era un cuchillo de punta, pero que se contrajo al hallar la del otro y, de golpe, quedó cual la del cordero. 
-Por eso, por eso, por ser vos, es que me voy al grano, derecho. ¿Te gusta la mujer?... Decí, Rodríguez, ¿te gusta? 
Brusco escozor le hizo componer el pecho a Rodríguez, mas se quedó sin respuesta el indiscreto. Y como la desazón le removió su fastidio, Rodríguez volvió a carraspear, esta vez con mayor dureza. Tanto que, inclinándose a un lado del zaino, escupió. 
-Alegrate, alegrate mucho, Rodríguez -seguía el ofertante mientras, en el mejor de los mundos, se atusaba, sin tocarse la cara, una guía del bigote-. Te puedo poner a tus pies a la mujer de tus deseos. ¿Te gusta el oro?... Agenciate latas, Rodríguez, y botijos, y te los lleno toditos. ¿Te gusta el poder, que también es lindo? Al momento, sin apearte del zaino, quedarás hecho comisario o jefe político o coronel. General, no, Rodríguez, porque esos puestos los tengo reservados. Pero de ahí para abajo... no tenés más que elegir. 
Muy fastidiado por el parloteo, seguía mudo, siempre, siempre sosteniendo la mirada hacia adelante, Rodríguez. 
-Mirá, vos no precisás más que abrir la boca... 
-¡Pucha que tiene poderes, usted! -fue a decir, Rodríguez; pero se contuvo para ver si, a silencio, aburría al cargoso. 
Este, que un momento aguardó tan siquiera una palabra, sintióse invadido como por el estupor. Se acariciaba la barba; de reojo miró dos o tres veces al otro... Después, su cabeza se abatió sobre el pecho, pensando con intensidad. Y pareció que se le había tapado la boca. Asimismo bajo la ancha blancura, ¡qué silencio, ahora, al paso de los jinetes y de sus sombras tan nítidas! De golpe pareció que todo lo capaz de turbarlo había fugado lejos, cada cual con su ruido. 
A las cuadras, la mano de Rodríguez asomó por el costado del poncho con tabaquera y con chala. Sin abandonar el trote se puso a liar. Entonces, en brusca resolución, el de los bigotes rozó con la espuela a su oscuro, que casi se dio contra unos espinillos. Separado un poco así, pero manteniendo la marcha a fin de no quedarse atrás, fue que dijo: 
-¿Dudás, Rodríguez? ¡Fijate, en mi negro viejo! 
Y siguió cabalgando en un tordillo como leche. Seguro de que, ahora si, había pasmado a Rodríguez y, no queriendo darle tiempo a reaccionar, sacó de entre los pliegues del poncho el largo brazo puro hueso, sin espinarse, manoteó una rama de tala y señaló, soberbio: 
-¡Mirá! 
La rama se hizo víbora, se debatió brillando en la noche al querer librarse de la tan flaca mano que la oprimía por el medio y, cuando con altanería el forastero la arrojó lejos, ella se perdió a los silbidos entre los pastos. 
Registrábase Rodríguez en procura de su yesquero. Al acompañante, sorprendido del propósito, fulguraron los ojos. Pero apeló al poco de calma que le quedaba, se adelantó a la intención y, dijo con forzada solicitud, otra vez muy montado en el oscuro: 
-¡No te molestés! ¡Servite fuego, Rodríguez! 
Frotó la yema del índice con la del dedo gordo. Al punto una azulada llamita brotó entre ellos. Corrióla entonces hacia la uña del pulgar y, así, allí paradita, la presentó como en palmatoria. 
Ya el cigarro en la boca, al fuego la acercó Rodríguez inclinando la cabeza, y aspiró. 
-¿Y?... ¿Qué me decís, ahora? 
-Esas son pruebas -murmuró entre la amplia humada Rodríguez, siempre pensando qué hacer para sacarse de encima al pegajoso. 
Sobre el ánimo del jinete del oscuro la expresión fue un baldazo de agua fría. Cuando consiguió recobrarse, pudo seguir, con creciente ahínco, la mente hecha un volcán. 
-¿Ah, sí? ¿Con que pruebas, no? ¿Y esto? Ahora miró de lleno Rodríguez, y afirmó en las riendas al zaino, temeroso de que se le abrieran de una cornada. Porque el importuno andaba a los corcovos en un toro cimarrón, presentado con tanto fuego en los ojos que milagro parecía no le estuviera ya echando humo el cuero. 
-¿Y esto otro? ¡Mirá qué aletas, Rodríguez! -se prolongó, casi hecho imploración, en la noche. 
Ya no era toro lo que montaba el seductor, era bagre. Sujetándolo de los bigotes un instante, y espoleándolo asimismo hasta hacerlo bufar, su jinete lo lanzó como luz a dar vueltas en torno a Rodríguez. Pero Rodríguez seguía trotando. Pescado, por grande que fuera, no tenía peligro para el zainito. 
-Hablame, Rodríguez, ¿y esto?... ¡por favor, fijate bien!... ¿Eh?... ¡Fijate! 
-¿Eso? Mágica, eso. 
Con su jinete abrazándole la cabeza para no desplomarse del brusco sofrenazo, el bagre quedó clavado de cola. 
-¡Te vas a la puta que te parió! 
Y mientras el zainito -hasta donde no llegó la exclamación por haber surgido entre un ahogo- seguía muy campante bajo la blanca, tan blanca luna tomando distancia, el otra vez oscuro, al sentir enterrársele las espuelas, giró en dos patas enseñando los dientes, para volver a apostar a su jinete entre los sauces del Paso.




19 comentarios :

  1. ¡Estas son novedades! Al menos para mí, que lo desconocía. Al leerlo me pareció ver que Juceca pasó antes que uno por entre esos sauces y, seguramente, se quedó prendado.
    Gracias por estos rescates.

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  2. Santi.

    Soy fan de Rodríguez desde la semana pasada.Ya hablaré sobre él
    Antes que me olvide,le pido jefe que haga el favor de ponerle una foto al post del Tata.

    Ya vuelvo.
    Voy a la pulpería.

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  3. POETA:
    ME GUSTAN LOS GAUCHOS VALIENTES.
    TE DEDICO ESTA DEL ZITA
    PORQUE ME LA SE DE MEMORIA


    Como lazo mi amor te asujeta;
    cuanti más largo el lazo
    más larga la ausencia.
    No tenés más coyunda que el tiempo;
    cuanti más tiempo pase
    tendrás más ricuerdos.
    Como perro trotando en la huella,
    mi amor que te acompaña
    te traerá de vuelta.
    No tenés más coyunda que el tiempo;
    él y mi amor te harán volver,
    lo estoy sabiendo.

    SI TENGO FALTAS QUE LA LICENCIADA CORIJA.

    TQM

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  4. Totalmente coincido con Fernando: yo desconocía este cuento, hasta que "retomé" el estudio de Literatura con mis hijos.
    Y Marple, soy también fan de Rodríguez¡¡¡ jajajaja me quedó tan vívida la imagen del gaucho sangre fría frente al mismo Diablo. Es que por otra parte, esa figura de barba aguda, desmirriado y muy alto, de quien no se puede saber a ciencia cierta la edad, aparece con similar descripción dentro de la literatura universal. Hace poco comencé a releer a Guy Des Cars en "Siete mujeres" y la descripción del barón Graig, es muy similar a la del acompañante de Rodríguez.
    Qué talentos uruguayos, por Dios¡¡ Lo lamentable es que muchos adultos, recién estemos descubriendo estas joyitas. Bueno
    -voy para atrás y para adelante- en realidad, en la medida que tengamos la posibilidad de conocerla, nunca es tarde.
    Buenísima Santi la idea de subir este cuento.
    Un saludo a tod@s

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  5. Este cuento me inspira tantos comentarios, que me da vergüenza ser la más parlanchina por estos lares.
    (Estaba esperando que apareciera alguna de las profes de literatura para aprender un poco más).

    Aparte de toda la moraleja que se puede sacar del cuento y algunas especulaciones que he leído sobre que Rodríguez es el Fausto uruguayo,un poco más vivo diría yo, señalo:

    Me encantó el detalle del bigote. ese cuidado es signo de orgullo y ego agrandado.Bien ahí María Jesús!!!!:)

    Alguien ha visto un paisano armando un cigarro? demora tanto como Rodríguez que le dio tiempo al flaco para volver blanco al caballo y una rama en víbora,y sacar llama de los dedos.
    Espínola conocía bien la gente del campo.
    Lo bueno, Santi, es que me voy a leer todos los libros que encuentre de este autor.
    Es una prueba más de que los blogs sirven para algo y de que copiar es tan bueno como poner obras personales.

    abrazos.

    hay que corejir a Alucinda:)

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  6. FERNANDO:
    Y sí, casi seguro que Juceca anduvo por ahí. El Paco merece ser rescatado, como tantos otros que de a poquito vamos casi olvidando.

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  7. MARPLE:

    Ya le puse la foto al blog del Tata.
    Más bien ya le puse como tres.
    Y yo pensaba que usté a Rodríguez me lo conocía de antes.
    Nos vemos en la pilpería.

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  8. ALUCINDA:
    La lisenciada se vorró y yo no la voy a correjir.

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  9. ZULI:
    Las gracias hay que dártelas a vos.
    Yo me había olvidado de Rodríguez hasta que vos lo nombraste

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  10. MARPLE:
    Estaba pensando que no debe ser fácil encontrar hoy los libros del Paco.
    En la feria, de repente.
    Y mándate los comentarios nomás, ya sabés que ese es tu papel como secretaria: no dejar que esto se muera.
    Además de decirle a algunos: "El jefe no lo puede atender porque está en una reunión"

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  11. Dos cosas: 1) no sé porqué motivo Santi, ésta nueva entrada no aparece como tu entrada mas reciente en mi blog, cosa que antes si....... escapa a mi jurisdicción; 2)entrando en Internet, incluso en Mercado Libre, aparecen libros de él y muy baratos.

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  12. Santi:
    es que a cada uno le llegan los libros en el momento preciso.
    Este debe ser mi momento Espínola:)

    Zulymaruy:
    gracias por el dato.
    Antes, voy a revolver entre mis libros:)

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  13. Es increíble que me haya olvidado:yo fui una difusora a nivel de aula del libro Saltoncito. Es decir,nada importante, lo leía para los niños y se los prestaba para que lo llevaran a la casa.
    He leído también varios cuentos.
    Espero no estar muy grave:)porque siempre me he jactado de mi memoria.
    Me falta la novela "Sombras sobre la tierra",uf, qué alivio.

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  14. Estimado Santi:

    Estoy leyendo a Baudrillard, el filósofo de la seducción.
    Este cuento, casualmente, es el relato de un acto de seducción frustrado. El seductor, con su imagen , con su sonrisa su voz melosa y al final con la magia intenta seducir a un hombre totalmente indiferente al que sólo le produce un carraspeo el ofrecimiento de una mujer, tal vez un mal recuerdo que ha provocado la muerte de su alma.
    El de poncho rojo no seduce a Rodríguez, es la pasión contra la indiferencia. El seductor pasa de ser amo a ser esclavo de su objeto, porque no es correspondido. La ausencia de deseos es el poder de Rodríguez. Tal vez éste sea un personaje de nuestros tiempos, el hombre que ante la infinita sucesión de imágenes que le ofrece el mundo, se sienta como muerto ante la imposibilidad de sentir ya el deseo. ¿Acaso el precio de salir airoso en esta época posmoderna es la ausencia total del deseo?
    Un precio muy alto,en mi opinión

    Gracias por dar a conocer este autor uruguayo a los que vivimos al otro lado del río y amamos tanto las letras como la filosofía

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  15. MARPLE:

    Me había olvidado de Saltoncito.

    Y esa novela no la leí.

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  16. MIA:

    Muy interesante su comentario. Muy pero muy interesante. Me quedé pensando. Eso de liberarse del deseo.
    Jodido. Pero liberador.
    Libertad para armarse un pucho y dejar correr la vida e ignorar los cantos de sirenas...

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  17. No sé por qué, no había visto esta entrada en mi blogroll o como se llame el coso ese al costado del blog.
    "Rodríguez" lo dan en Literatura de3º; un alumno mío del Nocturno hizo un dibujo espectacular inspirado en este cuento.

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  18. Santi... me uno al coro. Algo esta pasando con tu blog porque no nos avisa que actualizaste. Así que llego a este post tarde... muy tarde.
    Entre los banners que aparecen en el Gato y que los voy cambiando según mis estados de ánimo, hay más de uno donde aparece una frase del Paco: "Hay que hacer por los hombres algo más que amarlos". Ese fue el final de su discurso cuando su afiliación al Partido Comunista. Paco se afilió al Partido sin renegar de su condición de cristiano. También en la radio del Gato utilizo esa frase de Paco como estandarte de la radio. (perdón por el autobombo). Paco era tío de mi viejo. Algo así como mi tío-abuelo si es que eso existe. Mis recuerdos sobre Paco son pocos pero muy fuertes. Lo recuerdo sentado en la cocina de su casa tomando mate con mi padre y conversando acerca de las últimas novedades de San José. Considerado como uno de los mejores cuentistas latinoamericanos ha sido traducido a varios idiomas. Allá en Montevideo quedó una edición de Saltoncito editada en japonés. Tenía la firma de Paco y para mi viejo, era un tesoro. Como tantas cosas que dejamos en Montevideo, quién sabe donde andará ese libro ahora. Desde que comencé con el blog y de esto ya van a hacer 5 años, siempre quise dedicarle un post, pero sencillamente no puedo. No sé que carajo me pasa que me quedo en blanco. Paco fue un personaje hasta para morirse. Justo el mismo día en que los milicos daban el golpe de estado, el Paco agarró y se fue. Su entierro fue más un acto político que otra cosa. Seguro que Paco, desde algún lugar, se estaría riendo...
    Un abrazo, siempre azul!

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  19. Solamente como información, Righetti* tiene una pequeña escultura donde se ve el caballo transformado en bagre que es una síntesis perfecta del cuento.
    *Escultor maragato injustamente desconocido.

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